las piernas se cierran de tristeza en la garganta.
No hay tragar.
La mirada. Todo por los ojos.
La mirada entra tanto como sale, hasta siempre inhibida antes de.
Se agargantan los suspiros, las sonrisas secas, los llantos.
No está en el lugar que enfoca, pero ve.
Solo se mueve para volver a extinguirse.
La asfixia pronuncia en silencio el dolor de los ojos cristalizados, tirantes.
La tensión para siempre. El aire pasa, ablandando los huesos. . . que agrieta. . . que esculpe como lija hasta resbalarse por las yemas y caer. Lágrima que nació en carne viva, entre la uña y la pestaña.
Dejaste caer tu cicatriz en mi empeine. Ahora chorrea entre mis dedos y puedo ver
claramente
el sonido de tus dientes disfonicos, sin eco.
Pasó una mariposa entre el odio y el remedio, y la misma luz que no da sombra, que no brilla ni de sol, ni de la luna, ni artificial y no hay latidos, solo pequeñas puntadas del corazón.
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