El contorno se va vislumbrando gracias a la bordeadora del vecino que por casualidad
pasaba.
El bordado lo aporta Magdalena, la costurera que sabe bordar
sobre la piel, sobre todo alrededor del ombligo.
El recorte del contexto es ofrecido por Felipe, el fotógrafo
de la fiesta que tiene un don para dejar traslucir pezones, pezuñas y colmillos
humanos en sus fotos.
El vestido lo regala Martín, el carnicero del barrio, por su
originalidad y variedad de pieles frescas y tiernas,
amoldándose así a cualquier cuerpo, sobre todo al cuerpo de la novia.
Del catering se encarga su abuela y un admirador resignado.
Menú principal: pedacitos de animales recién muertos, recién cortados.
Eso si, no sabemos nada aún del paradero de las ganas de
casarte, del vals y toda la perorata.
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